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He escuchado mis latidos, gritan fuertemente tu nombre. No cesan, hasta que no sean escuchados por tus labios no se rendirán. Sube mi pulsación, hasta el fin de lo controlable, pisando terreno prohibido. Más rápidos que las mismísimas centésimas de segundo, avanzan poco a poco, hacia las zonas más alejadas del cuerpo. Allí actúan de manera rápida e infalible, hacen que cada milímetro de mi cuerpo entre en estado de temblor. Y no exactamente por el frío, ni por el miedo. Sino, por el amor, por la felicidad, por la exaltación, por sentir que dentro de mí hay algo que vive muy felizmente.